05 julio 2010

Travesía Tabarca 2010



Con casi 32 años a mis espaldas ya comienzo a sentir que el tiempo se esfuma, irremediablemente y sin que lo pueda controlar o detener a mi antojo. Cuando era más joven quería que todo llegara rápido, que llegara mañana, la semana que viene e incluso el año próximo. Ahora hinco los talones en el suelo intentando frenar las manecillas de un reloj ajado por el paso del tiempo que me permita saborear cada instante vivido. Los proyectos en mi cabeza se hacinan sin orden buscando una fecha en la que poder llevarse a cabo. Siento que lo que no haga hoy probablemente se quede sin hacer, porque los años, desafortunadamente, pasan a una velocidad vertiginosa.

Pero, ¿a qué edad debemos renunciar a nuestros sueños y permitir que el paso del tiempo gane la batalla? Esa respuesta la tenía más cerca de lo que imaginaba.

Mi madre, sin pretenderlo, me ha dado una contundente respuesta.

Con 54 años, y después de haber participado en varias medias maratones y carreras populares en los últimos 6 años, decidió que su sueño era correr un maratón. Pero necesitaba un reto más complicado, quería hacer la de Sevilla, y eso suponía prepararla en tan solo 6 semanas. Cuando me preguntó si sería capaz de prepararlo y de acabarlo, yo, rotundo, le respondí que sí. El riesgo de fracasar en el intento era muy grande, sin experiencia, sin tiempo, a una edad en la que los problemas físicos se amontonan a tu alrededor obligándote a cejar en el empeño muchas ocasiones, no suponían más unos cuantos obstáculos que librar. Todo lo tenía en su contra, pero conociéndola, algo me decía que todavía no había obstáculo lo suficientemente grande para detenerla en su camino.

Fue a Sevilla, acabó la Maratón en un tiempo con el que otros muchos sueñan. Lo hizo sin andar ni un solo metro, sonriendo las algo más de 4 horas que duró su batalla, y me dio un ejemplo más de superación.

Pero no era suficiente. Después del enorme éxito con el que volvió de Sevilla pensó que eso de nadar desde Tabarca a Santa Pola podía constituir su próximo reto.

Pero había un problema, y gordo. Hacía poco más de un año que había comenzado a nadar en la piscina y menos de un año que había hecho su primera incursión en el mar. Aquel primer contacto con al agua en Santa Pola, en junio del año pasado, no hizo otra cosa que sembrar las detestables semillas de la incertidumbre. No salió nada bien, tan solo consiguió acercarse al extremo del espigón. Lo de salir a mar abierto todavía debía de esperar, primero debía de coger confianza. Para mi asombro, en poco menos de dos meses ya hacía el trayecto Carlotti-Cadena-Carlotti (3.200 metros aproximadamente) sin aparente dificultad.

Ayer, un año después de su primer nado en el mar, subió a la Tabarquera con una decisión aplastante y su eterna sonrisa, dejando el miedo en tierra y dedicando mensajes de ánimo a todo el que podía. Ella, la que tenía que estar como un flan por dentro, no hacía más que preocuparse por los demás, como hace siempre.

Mis últimas palabras sobre la arena de la playa de Tabarca fueron para ella. Que tengas mucha suerte, nos vemos en Santa Pola, le dije seguido de un abrazo.

Después de 2h 15’ la vi llegar.

Salió del agua con la sonrisa puesta. Creo sinceramente que nunca la perdió desde que salió de Tabarca. No me imagino lo que debe costar nadar, respirar y sonreir al mismo tiempo, pero debe ser difícil.

Como no pudo ser en Sevilla, ayer sí tuve la oportunidad de verla vencer de nuevo, y me emocionó porque, aunque mi cuerpo hace tiempo que fue de hierro, mi corazón sigue siendo de cristal.

Por lo que a mí respecta, no hubo grandes sorpresas. Nadé muy cómodo y con buenas sensaciones. Salí del agua en 1h 45’. Es verdad que me hubiese gustado bajar de 1h 40’, pero tampoco me esforcé demasiado para lograrlo, por lo que no me puedo quejar.

También tuve el placer de conocer personalmente a Pez, que aunque sabía quién era y había coincidido con él en el hotel en mis dos Lanzarotes, todavía no había tenido la ocasión de hablar personalmente con él. Al minuto de conocernos ya estábamos programando una salida de esas laaargas por la montaña a la que solo faltó ponerle fecha. Un tipo que, con una sencillez modélica, esconde tras de sí 10 IM, un buen puñado de retos conseguidos y un montón de proyectos en construcción (Bitácora de un Pez).

Entrenamiento semana 34ª:

Total 15h 16’

- GIM: 0

- AT: 2h 05’ – 23.51 km

- CIC: 8h 41’ – 242 km

- NAT: 4h 30’ – 14.35 km

4 comentarios:

Riki dijo...

Muy bonito rabasco...
Que suerte de tener una mamá así y poder disfrutarla en esos ambientes...
Como tu dices... el tiempo pasa rapido, y hay que vivir la vida con la mayor intensidad posible!!
Saludos!

Tano dijo...

Precioso, ¡qué grande tener una madre así, y qué éxito en la vida que un hijo hable así de ti!
Adelante con las ilusiones

Pez dijo...

Que maravilla tío,...
IM-PRESIONANTE.
Enhorabuena a los 2,
a ti por ver esto así,...
a ella por seguir poniendo granitos
en la montaña día a día y tras 32 añazos...
No cambieis esta perspectiva, la gente
que ve el deporte con ese espíritu
escasea por desgracia.

Un lujo conocerte,...espero que en breve
empecemos a hacer alguna escapada pre-Botamarges.

Un abrazo

Rabasco dijo...

Recuerdo que en la Tabarquera, incluso en la playa antes de dar la salida, a más de uno le dije: Ves a esa mujer, pues es mi madre. Y se me henchía el pecho de orgullo.

La verdad es que es un privilegio, poder disfrutarla así, y poder compartirlo con los demás.

Pronto Pez, pronto nos perdemos por las montañas.

Gracias por vuestros comentarios.