01 junio 2010

XIV Marcha Internacional "Sierras de Moratalla"


La última vez que participé en una de estas tendría unos 12 años. Sí, 12. Como hijo de buen ciclista había que estar ahí, intentando aprender del Gran Maestro. Dicen que se pega todo menos la hermosura, y en mi caso, ha sido algo así. Un año después dejé el ciclismo, para encontrarme de nuevo con él unos 12 años después, pero esta vez combinado con otras dos disciplinas, natación y atletismo.

Tenía ganas de que llegara el sábado. Incluso me había marcado algunos objetivos. Iba apretarme todo lo posible. Quería terminar diciéndome: “Rabasco, te has salido”. Estaba preparado, mental y físicamente para ello, y los últimos entrenamientos avalaban esa teoría.

Recojo a Joaquín de su casa, a las 6 en punto, y nos vamos camino de Moratalla. Por el camino hemos de cambiar la ruta para recoger a David, que nos espera en un área de servicio de la autovía, donde desayunamos y seguimos ruta hasta Moratalla. Llegamos temprano. No se ven ciclistas, ni coches, ni el movimiento necesario para un evento en el que participan unos 800 ciclistas. Pero se ven los carteles, el arco de meta…sí, parece que es aquí.

Después de elegir el mejor aparcamiento de la zona nos vamos al pabellón. Allí recogemos dorsales, nos comemos 2 donuts por cabeza (riquísimos), soltamos lastre, hablamos con uno, con el otro, y con todo el tiempo y la tranquilidad del mundo nos vamos a preparar “la voladora” y los pertrechos.

No me he estudiado a fondo el recorrido, ni el perfil, ni los puntos kilométricos de los avituallamientos, ni nada de estas cosas tan necesarias. Y eso es porque voy tranquilo, me da igual 8 que 80. Me da lo mismo subir 2.000 que 3.000.

Joaquín me cuenta que haremos una vuelta de unos 10km antes de empezar a subir el primer puerto de los,…y yo qué sé ¿11, tal vez? Un huevo. Dice que el año pasado hubo alguna caída en ese tramo. La gente se pone nerviosa intentando buscar una posición privilegiada que les permita empezar a subir el puerto en cabeza. Puedo llegar a entenderlo en los más fuertes, en lo que van a disputarse el triunfo, ¿pero para los demás? ¿para qué? ¡si son 164 km!. Esto a mí me pone algo nervioso. Yo quiero tranquilidad. Lo que verdaderamente me importa es no caer y lesionarme o hacerme daño, y en este tipo de marchas no creo que encuentre precisamente eso. Lo prudente será comenzar detrás y dejar que pase el peligro, ya tendré tiempo de apretarme.

Nos colocamos unos 50 metros del arco de salida, los tres, David, Joaquín y yo. Joaquín asusta nada más mirarlo, su pinta de pro lo dice todo. Ya son las 10, dan la salida.

Los primeros metros son cuesta arriba. Y los siguientes también. Algo ha cambiado de lo previsto. No hay vuelta de 10km, este año del tirón al puerto. El pie de puerto es el km 0. Mucho mejor, así cada uno se colocará en su sitio nada más comenzar, sin necesidad de golpes y sustos innecesarios.

Me había propuesto mantenerme a rueda de Joaquín el máximo tiempo posible. Probablemente podría aguantarle la mitad de la etapa más o menos. Bueno, pues aguanté 2 km exactamente. Al mismo tiempo que no dejaba de adelantar a unos y otros, Joaquín se perdía entre la multitud, hasta que le perdí la referencia definitivamente. En el km 4 me adelanta Jordi Reig y me pregunta por Joaquín, y le digo que lo tiene a dos curvas más o menos. Se pone en pie en la bici y aprieta los dientes en su busca. Yo hago el amago de seguirle, pero vuelvo a mi realidad en pocos segundos.

Los primeros 12km han sido de subida y debo haber adelantado a bastante gente. Pero en la primera bajada empiezan a pasarme misiles tierra-aire, por izquierda y derecha. Calculo que en el transcurso de unos 3 km me habrán pasado unos 200 más o menos. Dejé de contar cuando llevaba 20. Do todos modos nunca sabría mi posición.

Km 30. Llevo 1h 53’ pedaleando y 240w de media. ¡¡Casi 2h para 30 km!! La verdad es que casi todo lo que hemos recorrido ha sido cuesta arriba, los vatios lo dicen todo.

Durante los primeros 50 km ha sido muy aburrido para mí. No he logrado encontrarme a gusto. No he sabido qué hacía aquí exactamente. Todo ha sido un bucle que se repetía una y otra vez. En las subidas me distanciaba claramente de la gente que me rodeaba, y en las bajadas, con los cataplines por corbata, veía como me levantaban las pegatinas mientras yo observaba atónito como mi PT marcaba ¡¡65 km/h!! Y es que a esas velocidades, aunque me cierren la AP-7 para mí solo, no tengo cojones a rodar con un mínimo sentimiento de seguridad.

En el km 50 cae, por sorpresa, el primer avituallamiento. Hasta entonces no tenía muy claro como tomarlo, si coger lo que fuera y salir cagando leches, o entretenerme lo necesario. La gente (la mayoría) veo que aparca la bici y se toma el tema con relativa tranquilidad. Este primer avituallamiento es muy surtido, hay pastelitos (muy parecidos a los huesos de santo), hojaldres de cabello de ángel, barritas, frutos secos, higos, ciruelas, bebida fría, en fin, espectaculares. Pillo de todo un poco y salgo cagando leches de allí. No es que tuviera demasiada prisa, pero tampoco era cuestión de pedir el café con leche de costumbre.

Sigo con las mismas sensaciones. En este momento me gustaría estar haciendo este circuito a mí solo, no me encuentro bien entre tanto ciclista rodando de una forma muy diferente a la que yo acostumbro. Yo soy más constante. No es que deteste los cambios de ritmo, pero no son de mi agrado. Yo prefiero ir incrementando el ritmo, de menos a más. Soy capaz de acabar echando la bilis por la boca, pero tengo que ser yo el que lo decida por mí mismo. Así es como me gusta.

Van pasando los kilómetros. Ya he dejado de quejarme a mí mismo, he comprendido que no iba a obtener ningún beneficio de ello. Hace rato que pasé el meridiano de los 80 km. Ahora todo es camino de vuelta.

Lo bueno (o malo, según se mire) de no conocer y haber estudiado el circuito, es que todo lo que te aparezca por el camino es una sorpresa. Llevo rodando varios kilómetros con un grupo de tres chavales. Uno de ellos es amigo de David, y llevamos un rato charlando cuando me dice que al girar en el siguiente cruce tenemos un pepino de 1.5 km al 12%. ¡Me la bufa!, (como diría Limorti) eso no llega a ser ni el hermano pequeño del Xorret. Todos los ciclistas que llevo delante se retuercen como rabos de lagartija sobre el asfalto caliente. El sudor me baña los ojos y me escuecen, pero no puedo quitar las manos del manillar, caería de bruces al suelo. Ya estoy arriba. Miro hacia atrás y no hay rastro de los tres que me acompañaban. Ahora desciendo sólo camino a no sé dónde exactamente.

Km 100. Llego al segundo avituallamiento sólido. Deben de haber unos 30/40 ciclistas parados. Ya se nota el cansancio acumulado en nuestros rostros. Las caras y la precisión con la que devoran los donuts lo dicen todo. No quiero entretenerme demasiado, pues cada vez me encuentro mejor y es un buen momento para rodar en solitario. Cojo un donut y lo sostengo entre los dientes mientras cojo un par de pastelitos, nueces y una ciruela. Bebo un vaso de Coca-cola de un trago y recargo agua. Ha pasado 1 minuto escaso y ya estoy en marcha. Ahora todo ha cambiado. Las sensaciones son otras. Me encuentro con ganas y fuerza para seguir a buen ritmo. Veo que nadie me sigue cientos de metros atrás y por delante no advierto a nadie. Ahora sí voy a disfrutar.

Pasado el km 110 comienza el puerto más largo y duro de toda la etapa. Quizá no sea el más duro sobre el papel, pero si sobre las piernas debido a la distancia acumulada. En los primeros repechos adelanto a un ciclista (debería tener cerca de los 50 años). Le veo mala cara, va haciendo eses por un terreno todavía fácil (yo llevo metido el 54x23). Cuando le estoy rebasando me pide algo de comer, dice que solo lleva líquido y que no puede más. Pero…pedazo de tarao! ¿Por qué no has comido 10 km atrás en el avituallamiento? Pero solo lo pienso. Me saco 2 pastelitos y 1 gel y se lo ofrezco. Creo que le he salvado la vida. Si no me da un abrazo para agradecérmelo es porque en ese momento vamos montados en bici y eso la hace imposible. Le animo a seguir adelante y prosigo con la ascensión.

Me olvido de la distancia que he de recorrer para completar el puerto. Me da igual, ahora me siento muy cómodo sobre mi bicicleta, ahora me siento muy DID. Sobre las pendientes más pronunciadas (entorno al 12-15%) la gente se revuelve tanto que incluso alguno desciende algún metro para ganar algo de inercia y conseguir mantenerse encima de la bici. Eso no le pasó a uno que veo con la bici en la mano y caminando hacia arriba. Mi primera impresión es que ha pinchado. Cuando lo alcanzo le pregunto -¿Necesitas lago?-. Dos piernas nuevas- me responde él. Queda claro, ha petado.

Terminado el infierno de Benízar, ya solo quedan unos 30 km com los últimos 12 son de bajada, así que intento poner un punto alto de intensidad para acabar y procuro no dejar de ver el 2 en el dígito que marca las centenas en mi PT. No quiero bajar de 200w.

Paso el último avituallamiento sólido en el que solo paro a beber un trago de Coca-cola. Para ello no empleo más de 30 segundos. Y sin soltar la parte baja del manillar corono los últimos 2km de ascensión para bajar los 12km que me separan de Moratalla.

Paso el arco de meta con 5h 58’ y 198w en mi PT, 6h 02’ en tiempo real de la organización y 6h 4’ en el marcador oficial.

Vuelvo a casa con raras sensaciones. Pienso que podía haberlo hecho algo mejor, pero solo son sensaciones. Me hubiera gustado acercarme a las 5h 30’. Tengo la sensación de que en una prueba No Drafting lo hubiera conseguido. Pero lo importante es que el entreno ha sido cojonudo, y otra semana más llegando a los 400km en bici.

La organización perfecta. Si queremos sacar pegas las sacamos, pero como sé lo que supone organizar algo parecido, sé lo complicado que es que todos los detalles estén pulidos al máximo, por lo que para mí, ésta fue de 10.

El año que viene seguro que no volveré, pues estaré recién aterrizado de Lanzarote. Pero buscaré alguna otra cicloturista de similares características que encajen en la preparación para LZ2011.

Un día perfecto en perfecta compañía ¿Qué más se puede pedir?

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